Muchachos, muchachitos, bienvenidos.
Hoy, que para mí puede ser mañana, y haced cuenta de los océanos de tiempo que me separan de vuestros cuellos nacarados, leeremos en lailolai una u otra entrega de lo que voy a llamar el nuevo folletín de la vieja Shanghai.
En el que se tratara de los usos y costumbres, modos y tradiciones de los nativos que encontró el narrador en su estancia en la ciudad en la boca del río largo.
O dicho de otro modo.
De algunas de las excentricidades que aquí acontecen.
Si le gustan los pijamas, dentro y fuera de la cama, ha llegado el viajero a las puertas de un Botero que sin previa invitación le permite la entrada, a la singular morada, a la colorida feria de gentes que pasean al perro vestidos con sus mejores galas, que son ni más ni menos que un pijama.
¿Se le ocurre placentero más placer que bajar zapatillas en pies a comprar bollería fina oyendo el frufru solazante de un pijama colorido, encontrarse a los amigos, timar a un tonto laowai, esmeralda expectorada, vestido con colorido y mullido hilo?
Dicen esperpénticos expertos, que esta costumbre, de la que no se conoce nombre, más allá del evidente, que es vestirse con pijama, parte de la reclamación de los hace no tanto habitantes de una ciudad mediana que sin tiendas de campaña ni asambleas, solo arropados de boatiné impertinencia, reclaman para si mismo lo más allá de su entrada.
El autentico Shanghai es, adoptado o natural, conoce que en la ciudad, los puntos cardinales no donde debieran estar están. Sí muy a su pesar ha de apuntar, en alguna dirección, el nativo lo hara sí, pero por favor no olvide, que esa izquierda, derecha, ese delante y detrás son en el mejor de los casos una vaga aproximación a una royal realidad. Serpiente serpenteante construida sin un plano, saludad a la ciudad en la que setenta y siete cardenales perdieron el sombrero y el higado del ahorcado al confiar en este o este o aquel.
Perderse en Shanghai, obligado placer, en el que se da la añadidura en su viejo casco ciudad, que todos los callejones al final cuentan con su correspondiente salida. Haga caso, escape del rebaño y adentrese sin miedo, en el laberinto de Shanghai como lo haría Teseo y convertido en fenómeno por un paseo, disfrute del disfrute provocado entre los viejos habitantes, por la aparición en su patio trasero del inesperado minotauro de algún país extranjero
Otro rasgo que distingue a los hijos predilectos del cielo, oh verdadero dragón, es tu inclinación por un tintineante monedero. Predilección de origen incierto, lo cierto es que los paisanos desprecian el vil papel. No sera fácil encontrar en cartera de Shanghai los billetes, de lo que son unos 13 centimos, 1 yuan, que los campesinos ahí fuera intercambian sin ningun rubor.
El rico filete de cerdo en crujiente cobertura,es manjar, por demás, pues bien si, ademas, lo moja usted en salsa, de estilo Worcester, todos habrán de ver que si usted aquí no nacio, lo merecio por su estilo singular. Esta delicia salsosa de inglesa inspiración es uno de los vestigios de nuestro pasado art decó. ¿Cómo se dice extranjero? Retroflexe sin miedo esta sencilla oración cuya traducción sería ¿Tiene o no tiene, laopan, aceitepicantesalsa? lao3ban4,you3mei2you3la4jiang4you2?
Librele el dios de la ciudad, que habita en los yuyuan, de llamar al bao1zi, bao1zi. En tanto que es llamarlos man2tou lo único que nos separa de las bestias del más allá, shanghainés es degustar el rico mantou de carne, rou4man2tou, el de verdura cai4man2tou, y el dulce rojahaba mantou llamado dou4sha1man2tou…. Man2tou, en ese sin nombre exterior, es el nombre de un snack, de barbara naturaleza e hirsuta simplicidad, incontinente de relleno y que nunca dará que hablar.
Insertamos aquí un grabado como apropiada iluminación.
Excelente comidilla escuche perdido en un callejón, dos hambrientos shanghaineses pidieron los dos al laopan dos especialidades, comunes en todo el orbe de la urbe de Shanghai. Ambas aptas para su degustación así de cualquier manera, en la calle, en la casa, sobre sofá o vil escritorio, de esa conglomerada empresa, que encadena su alma a cambio de dulce metal. Estos son los dos nombres escuchados en calleja: Xiao3long2bao1 es ligero tentempié relleno, de ardiente caldo y picada carne de desconocido animal, alcanzada su cocción acariciado por el vapor. El segundo fue llamado por venerable antepasado sheng1jian1 y preparado en colaboración, de aceite a altas temperaturas, de masa algo basta, e idéntico relleno que escaldó, a tantos gourmets como estrellas hay en el cielo.
Para acabar con las viejas gastrousanzas, añadir que añadir azúcar, a cualquier preparación, es la dulce forma en que los de aquí habitantes, permiten al forastero saborear el azucarado rubor de almas blancas, dulces como el 100% algodón.
Al hablar del cronotiempo, el shanghainés agrupara los minutos en conjuntos de 15 unidades o ke4. Que familiar, ¿no? Mas no todo es español, porque ni y media ni menos cuarto existen al contar de esta manera. La hora al pasar lo hace por un, dos y tres, cuartos antes de dejar de estar. Shi2yi1san1ke4 es la hora del manjar, las 12 menos cuartos para usted. ¿Un poco pronto quizás?
Cabe hacer esta consideración: obligados por un huso que abarca mas que cualquiera, que abarca toda la China, con la excepción de Xinjiang, el de Shanghai es obligado a ser ave mañanera, a las cinco es día y los viejos en el parque, a las siete es la hora en que al durmiente despierta el canto de diezmilmil gallos con ruedas.
El repaso no esta completo sin centrífuga extroducción, contando con la visión de los ajenos de tierra afuera, todos esos chinos sin hukou1, que hablan con desdén sin pausa sobre los ning de la ciudad, prepotentes, interesados, tacaños y retorcidos, son epítetos dirigidos por chinos hacia los chinos que nacieron en Shanghai.
Confiados en que este pequeño manual, permita giro mortal, nos despedimos con un pedo hasta el próximo, capitulo de éste el suyo serial.
1No sufrais pues en proximas entradas lo sabreis todo sobre el Hukou.